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3 ra. Sección

Cuento

"¿Fué un sueño?"

Biografía del autor

"GUY DE MAUPASSANT"

Escritor francés, Henry Réne Guy de Maupassant nació en Dieppe, Francia, el 5 de agosto de 1850 y falleció en París el 6 de julio de 1893. Se formó literariamente con el escritor Gustave Flaubert y participó desde joven en su círculo literario. Se especializó en la narrativa breve, llegó a ser editor de varios periódicos. Encuadrado en el naturalismo, su estilo es sencillo y realista, y transmite lo más sórdido y oscuro del comportamiento humano.

Organizó una sociedad secreta conocida como los «Crépitiens», donde se caracterizaron por actuar a sus anchas, manifestar un humor brutal, competencias fálicas y los excesos sexuales. Esta experiencia  y su visión de las mujeres del Sena sirvieron como material para su escritura.

Sus cuentos y novelas se caracterizaron por su realismo y estilo sencillo. En ese sentido, Guy de Maupassant fue autor de tres colecciones de recuerdos de viajes. Lastimosamente, su obra se vio interrumpida en varias ocasiones a causa de la demencia que sufrió, empeorando esta cuando le diagnosticaron sífilis en 1892. Como resultado intentó quitarse la vida en tres ocasiones, intentó manejar esta situación con el uso frecuente de éter, opio y hachís. Tras esta acción fue enviado al centro psiquiátrico del doctor Esprit Blanche, en París, donde falleció.


De entre sus obras cabría destacar títulos como El Horla, Bola de Sebo, La máscara, La Vendetta, La casa Tellier o La mano desollada.

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Obtenido de https://sites.google.com/site/literaturauniversalcacg15/guy-de-maupasant

Referencias bibliográficas:

Villaseñor, V. Y. (2018). Literatura 1. Ciudad De México, México: Nueva Imagen, S.A. de C.V.

''Adaptaciones del cuento: ¿Fué un sueño?''

MÁS ALLÁ DE LAS ESTRELLAS.

¿Será qué realmente te encuentras más allá de las estrellas?

¿Qué es el amor? ¿En verdad existe? Es increíble pensar que algo que se dice ser hermoso, que te hace sentir cosas que muchos suelen llamar mariposas en el estómago, que haga estar a tu mente y corazón de aquí para allá, pueda hacer tanto daño. Simplemente llega un momento que sin ninguna razón solo puedes ver a esa persona, aunque te encuentres entre una multitud o te encuentres bañado en un mar de estrellas.

Podría decir que está es una historia más de amor, pero esta es un poco más complicada como la palabra misma. Al verlo por primera vez lo supe, supe que él era el tipo de persona que quería. Quisiera ocultar que lo amé, que lo adoré como una loca, que me sumergí en su persona hasta convertirnos en uno mismo, viví de él, de su sonrisa, de sus manías, de todo lo que lo hacía ser él, su esencia, su alma, todo en el gran sentido de la palabra, hasta tal punto de descuidar y olvidar lo que yo y el mundo éramos.

Pero él nunca volvió, ni escribió, simplemente desapareció del mapa, lo cual no sé cómo sucedió, cómo dejó de existir, ¿Es posible que simplemente dejes de existir así? Comencé a pensar que él solo había sido producto de mi imaginación, porque cuando vives en una nave desde tu nacimiento empiezas a perder la cabeza o eso pensaba yo, hasta que en ese momento se interrumpieron mis pensamientos al ver las grandes pantallas de la plaza. Vi su rostro y los recuerdos se agolparon en mi cabeza pero aún no podía recordar todos completamente, pero solo pasa una sola imagen por mi cabeza una y otra vez retumbando en mis sesos hasta tal punto de hacerme doler, era él, en la compuerta cerca de donde se encontraba mi habitación, en dónde podías observar el espacio infinito lleno de  las estrellas más brillantes, él las observaba anonadado por aquella belleza, cuando volteó, pude observar que estaba cubierto del polvillo de la lluvia de meteoros de hace un rato, mientras yo lo veía ir perdiendo aquella sonrisa y dejando poco a poco su cuerpo, me dí cuenta que en verdad lo he olvidado completamente todo.

Me encontré corriendo tratando de huir de todo, llena de preguntas que quizás no tenían respuesta o quizás sí, pero no quería dárselas, al llegar a aquel lugar frío que en algún momento había sido uno de los más cálidos, pude sentir por fin su ausencia al lado mío, al ver mi reflejo en la puerta de metal, y ahí me dí cuenta que no sólo eran cosas mías. Por fin entré en aquella habitación, pero era diferente a la que recordaba, cuando me di cuenta de aquellos eran ataúdes de cristal con personas dentro que parecían muertas o que estaban simplemente dormidas, quizás sí era la primera, porque ese lugar estaba realmente frío para que alguien pudiera estar vivo ahí adentro, y por fin lo encontré, tumbado sobre aquel ataúd de cristal, parecía tan joven y tan calmado que comencé a soltar lágrimas y decidí quedarme ahí con el temor que me descubrieran y me llevarán a la zona donde muchos decían que jamás podías volver.

Estuve merodeando por todo aquel lugar en donde no había ningún tipo de vida más que yo, y probablemente las personas de aquellos ataúdes de cristal, las cuales alimentaban el brillo de las estrellas de afuera al ser soltadas al vacío de aquel inmenso espacio. Volteé al escuchar un ruido y quedé completamente sorprendida al ver a las personas despertando y saliendo de aquellos ataúdes de cristal completamente pálidos y con una mirada ausente, tallando en su piel la verdad de su muerte y los crímenes que habían cometido, corrí al lugar donde se supone estaba mi amado, y al llegar me sorprendí al leer lo que decía en su piel:

“Muerto por haber matado a la chica la cual lo había dado todo por él, hasta su vida misma”

Al abrir los ojos pude verme bañada y abrazada de aquellas estrellas brillantes, y por fin lo entendí todo, los recuerdos regresaron a mi cabeza tomando el lugar que les correspondía. Siempre había sido yo, la que murió verdaderamente y así lo decía mi piel misma:

“Amó con su vida y por eso perdió todo, hasta su vida misma”.

Adaptación del cuento “¿Fue un sueño?” de Guy De Maupassant.

Autores:

  • De La Rosa Chávez Angie Betzabé

  • Francisco Romero Karla Lizeth

  • Guerrero Amado Abigail

  • Galván Contreras Andrea Jocelyn

  • Guerrero Bazán Mario Alberto

  • González Ordoñez Ximena Alejandra

  • Iglesias Alvarado Luisa Celina

  •  Marques Valencia Angelica Magdalena

  • Onofre Castro Brenda Jenniffer

  • Palacios Sánchez Angelica

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Anders, R. (6, junio, 2016) sin título (ilustración). Recuperado de: http://rockum.tumblr.com/post/145520838857

¿Fue un sueño?

Lo había amado locamente.

¿Por qué se ama?, ¿Por qué se ama?, Cuán extraño es ver un solo ser en el mundo, tener un solo pensamiento en el cerebro, un solo deseo en el corazón y el alma y un solo nombre en la mente. Un nombre que asciende continuamente, como el agua de un manantial, desde las profundidades del alma hasta los labios, un nombre que se repite una y otra vez, que se susurra repetidamente , en todas partes, como una canción.

Voy a contar nuestra historia, ya que el amor sólo tiene una, que es siempre la misma.

Lo conocía y viví de su ternura, de sus caricias, de sus palabras, en sus brazos, tan absolutamente envuelta, enamorada y asombrada por todo lo que procedía de él, que no me importaba ya si era de día o de noche, ni si estaba muerta o viva, en este mundo lleno de tecnología.

Y luego él murió. ¿Cómo? No lo sé, hace tiempo que no sé nada de él. Pero una noche llegó a casa muy mojado, porque estaba lloviendo intensamente y al día siguiente tosía y durante una semana tuvo que guardar cama, cada día que pasa empeoraba más. Lo poco que recuerdo es que los médicos llegaron, lo atendieron y se marcharon. Se compraron medicinas y día con día le di sus medicamentos. Sus manos estaban muy calientes, su pecho ardía y sus ojos estaban opacos y tristes. Cuando yo le hablaba me contestaba, le costaba trabajo respirar, todo se borró de mi mente no recuerdo lo que hablábamos. ¡Lo he olvidado todo,  todo, todo! Él murió y recuerdo perfectamente su leve, débil suspiro. La enfermera dijo: “No hay nada que hacer por él”.  Ahí descubrí que mi amado me había quitado todo y ya no tenía razones por las cuales seguir.

Me consultaron acerca del entierro, pero no recuerdo nada de lo que acordamos, aunque sí recuerdo el ataúd y el sonido del martillo cuando clavaban la tapa, encerrándolo a él dentro. ¡Oh! ¿Por qué a él?

¡Él estaba enterrado! ¡Enterrado! ¡Él! ¡En aquel profundo hoyo, lleno de tierra, gusanos y plantas muertas! Vinieron algunas personas... amigos y amigas. Me marché de allí corriendo. Corrí y luego caminé a través de las calles, regresé a casa y al día siguiente decidí marcharme a otro lugar. No podía seguir aquí, atormentándome.

Ayer regresé a París, y cuando vi de nuevo mi habitación —nuestra habitación, nuestra cama, nuestros muebles, su celular, su perfume, todo lo que queda de la vida de un ser humano después de su muerte —, me invadió la nostalgia y de pesar que sentí deseos de abrir la ventana y de arrojarme a la calle, morirme, no podía soportar no estar con él, como Romeo se sentía con Julieta. No podía permanecer ya entre aquellas paredes, que lo habían encerrado y lo habían cobijado, que conservaban un millar de átomos de él, de su piel, y de su aroma. Cogí mi sombrero para marcharme y antes de llegar a la puerta pasé junto al gran espejo del vestíbulo, el espejo que él había colocado allí para poder contemplarse y contemplarme cuando nos arreglábamos todos los días de la cabeza a los pies, era lindo, observar nuestra ropa, zapatos, todo nuestro conjunto para ver si nos veíamos bien y aconsejarnos de algo.

Me detuve delante de aquel espejo en el cual se había contemplado él tantas veces... tantas veces, que el espejo tenía que haber conservado su imagen. Estaba allí de pie, temblando, con los ojos clavados en el cristal —en aquel liso, enorme, vacío cristal —, que lo había contenido completamente y lo había poseído tanto como yo, tanto como mis apasionadas miradas. Sentí como si amara a aquel cristal. Lo toqué; estaba frío. Sentí que lo tocaba a él ¡Triste espejo, horrible espejo!, tenía ganas de abrazarlo, y de repente lo observe detenidamente y lo vi, parado del otro lado, observándome.

Me marché corriendo hacia el cementerio. Encontré su sencilla tumba, una cruz de mármol blanco, con esta breve inscripción:

“Amó, fue amado y fue un fiel compañero”

¡Él está ahí debajo, descompuesto, lo comían los gusanos! ¡Qué horrible! Sollocé con la frente apoyada en el suelo, y permanecí allí mucho tiempo, mucho tiempo. Luego vi que estaba oscureciendo y un extraño y loco deseo, el deseo de una amante desesperada, me invadió. Deseé pasar la noche, la última noche, llorando sobre su tumba, juntos, junto a él, darle amor, caricias, calor, pero sabía que él no lo sentiría y también sabía que podían verme y echarme del cementerio. ¿Qué debo hacer? Buscando una solución al problema, me puse de pie y empecé a caminar por aquella ciudad de la muerte. Caminé y caminé. ¡Que pequeña es esta ciudad comparada con la otra, la ciudad en la cual vivimos!  Y, sin embargo, son mucho más numerosos los muertos que los vivos. Nosotros necesitamos grandes casas, anchas calles e Internet para comunicarnos, le damos la importancia a eso, a hablar, pero no frente a frente si no por medio de unos mensajes.

¡Y para todas las generaciones de los muertos, para todos los muertos que nos han precedido, aquí no hay apenas nada, apenas nada! La tierra se los lleva y el olvido los borra, abandonamos a los muertos tanto en este mar de gusanos como en nuestra mente, no los vienen a ver…

Al final del cementerio, me di cuenta repentinamente de que estaba en la parte más antigua, donde los que murieron hace más tiempo están mezclados con la tierra, donde las propias cruces están podridas, donde posiblemente enterrarán a los que lleguen mañana. Está llena de rosales que nadie cuida, de altos y oscuros cipreses: un triste y hermoso jardín alimentado con carne humana. Yo estaba sola, completamente sola. De modo que me acurruqué debajo de un árbol y me escondí entre las frondosas y sombrías ramas.

Cuando la luz del sol desapareció del todo, abandoné mi refugio y me eché a andar suavemente, lentamente, silenciosamente, hacia aquel terreno lleno de muertos. Anduve de un lado para otro, pero no conseguí encontrar de nuevo la tumba de mi amado. Avancé con los brazos extendidos, chocando contra las tumbas con mis manos, mis pies, mis rodillas, mi pecho, incluso con mi cabeza, sin conseguir encontrarla. Anduve a tientas. Toqué las lápidas, las cruces, las coronas de metal y las coronas de flores marchitas. Leí los nombres con mis dedos, pasándolos por encima de las letras. Pero después de todo mi esfuerzo no pude encontrarla.

No había luna. ¡Qué noche! Estaba asustada, terriblemente asustada, en aquellos angostos senderos entre dos hileras de tumbas. ¡Tumbas! ¡Tumbas! ¡Tumbas! ¡Sólo tumbas! A mi derecha, a mi izquierda, delante de mí, a mi alrededor, en todas partes había tumbas. Me senté en una de ellas, ya que no podía seguir andando. Mis rodillas empezaban a doblarse. ¡Pude oír los latidos de mi corazón! Y oí algo más ¿Qué? Un ruido confuso, indefinible. ¿Estaba el ruido en mi tierra, la tierra sembrada de cadáveres humanos? Miré a mí alrededor, pero no puedo decir cuánto tiempo permanecía allí. Estaba paralizada de terror.

Súbitamente, tuve la impresión de que la losa de mármol sobre la cual estaba sentada se estaba moviendo. Se estaba moviendo, desde luego, como si alguien tratara de levantarla. Di un salto que me llevó hasta una tumba vecina, y vi, sí vi claramente cómo se levantaba la losa sobre la cual había estado sentado. Luego apareció el muerto, un esqueleto desnudo, empujando la losa hacia abajo con su encorvada espalda. Lo vi claramente, a pesar de que la noche estaba oscura. En la cruz pude leer:

"Aquí yace James Margot, responsable, amoroso y valiente hijo.".

El muerto leyó también lo que estaba escrito en la lápida. Luego cogió una piedra del sendero, una piedra pequeña y puntiaguda y empezó a rascar las letras cuidadosamente. Las borró lentamente, y con las cuencas de sus ojos contempló el lugar donde habían estado grabadas. A continuación, con la punta del hueso de lo que había sido su dedo índice, escribió en letras luminosas, como las líneas que los chiquillos trazan en las paredes con una piedra de fósforo:

"Aquí yace James Margot, irresponsable borracho, estampó a sus amigos y murieron excepto yo, cobarde por enfrentar la verdad, me disparé”

Cuando hubo terminado de escribir, el muerto se quedó inmóvil, contemplando su obra. Al mirar a mi alrededor vi que todas las tumbas estaban abiertas, que todos los muertos habían salido de ellas y que todos habían borrado las líneas que sus parientes habían grabado en las lápidas, sustituyéndolas por la verdad. Y vi que todos habían de borrachos, maliciosos, deshonestos, hipócritas, embusteros, ruines, calumniadores, envidiosos, que habían robado, engañado, golpeado, matado y habían cometido los peores delitos; aquellos buenos padres, aquellas fieles esposas, aquellos hijos responsables, aquellas hijas buenas, aquellos honrados comerciantes, aquellos hombres y mujeres que fueron llamados irreprochables. Todos ellos estaban escribiendo al mismo tiempo, la verdad, la terrible y sagrada verdad, la cual todo el mundo ignoraba, o fingía ignorar, mientras estaban vivos.

Pensé que también él habría escrito algo en su tumba. Y ahora, corriendo sin miedo entre los ataúdes medio abiertos, entre los cadáveres y esqueletos, fui hacia él, convencida de que lo encontraría inmediatamente. Lo reconocí al instante sin ver su rostro, el cual estaba cubierto por un velo negro, y en la cruz de mármol donde poco antes había leído:

"Amó, fue amado y fue un fiel compañero”

Ahora leí: “Engañaba a mi amada, nunca me sentía amado y siempre me dio igual ella”

Tenía coraje, odio, dolor y sufrimiento, me tiré a su tumba y lloré, lloré mucho, me quedé dormida allí y al siguiente día me encontraron y me sacaron de ahí.

Adaptación del cuento ¿fue un sueño?

Autores:

Becerril Miranda Andrea, Godínez Velázquez Jaqueline, Lara Zamora Valeria Itzel, Luna Oliver Jennifer, Ramírez Ambrosio Wendoly  y Terrazas Campos Paola.

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EL RECUERDO DE LO QUE FUIMOS

Una noche triste como cualquier otra deseé que ya no estás, me acostumbré a tu inseguridad, a tus problemas y a tus mentiras creyendo que todo estaba bien, pero nunca nada estuvo bien; comenzamos como desconocidos queriendo ser todo, pero sin poder ser nada en el fondo, alejándome poco a poco, pero sin poder soltarse acostumbrados a la monotonía que destrozaba el alma, yo te quería conmigo y espero tenerte por la eternidad.

Recuerdo la primera vez que te vi tan hermosa como una mirada tan viva que provocaba sonrisas en cualquiera que te volteara a ver, una sencillez tan cautivadora, me acerqué a ti yo un simple mortal a tu lado, sin nada que perder, pero todo que ganar, toqué tu hombro tímidamente  y me respondiste con una sonrisa de inmediato; tartamudeando te pregunté ¿quieres tomar un café? Y tu respuesta fue sí, me perdí en ese instante en tus labios, sin saber que serían mi perdición; empezamos a salí mas y más, yo cada vez estoy más loco por ti.

De una cita comenzaron a ser más frecuentes donde las pláticas eran tan amenas que el tiempo volaba, nunca había sido tan feliz en toda mi vida, todos los días al irte a dejar a tu casa recordaba el camino de regreso porque no quería apartarme ni un minuto de ti, al llegar a tu puerta no quería dejarte ir y te apretujaba tan fuerte que sentía tu corazón latir junto al mío

Los días pasaban y un día como cualquier otro en el que salíamos estaba dispuesto a dar un paso gigantesco entre nosotros, mis piernas me temblaban, por mi frente resbalaba el sudor; no sabía si lo que me había puesto era lo suficientemente apropiado para la ocasión, tenía un ramo de rosas el cual apretaba fuerte entre mis manos, su simple olor y belleza me recordaban a ti.

A lo lejos te vi, tenía un brillo como nunca antes, solo te admiré y decididamente caminé a tu lado, me arrodillé y con el corazón en la mano, te pregunté si querías casarte conmigo; tu mirada vacía era tan hiriente, solo sentí lastima en ese momento y tu respuesta tartamudeando fue NO, acariciaste mi rostro y te marchaste lentamente desapareciendo en la oscuridad, solo sentí un vacío en el corazón, no era dolor ni tristeza solo algo indescriptible.

Caminé a casa con el ramo de rosas en la mano, solo las dejé caer, llegando a casa me senté en un sofá para analizar lo que pude haber hecho mal y no encontré consuelo.

Esa misma noche te fui a buscar a tu casa, noté que no estabas en la sala y entré cuidadosamente, revisé cada rincón buscándote y en tu cuarto encontré una nota tirada en el suelo, eran resultados médicos que apuntaban a que tenías leucemia, rápidamente salí de tu casa a buscarte y dando vueltas a tu patío te vi ahí tan hermosa como siempre, pero colgada de un árbol…

Autores:

  • Montoya de la Cruz Alam

  • Hernández Melitón Monserrat 

  • Solís Pomposo Lizeth Eneth

  • Ángeles Menchaca Jair Osvaldo

  • Hernández Pedraza Ana Rebeca

  • Rivera Heras Brenda

  • Miranda Téllez Melani Yasmin

  • Avila Valdez Frida Eneth

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¿Fulminó en la realidad?

¿Qué tanto se puede llegar a amar? Mi corazón late cual fuego a la madera arde y quema… Saliendo a las calles con el miedo y la intriga recorriendo mi cuerpo hasta dejarme paralizado.

Una mañana nevada, congelada no precisamente por las altas temperaturas… Me encontraba cocinando el desayuno para mí y mi amada Carolina, en tanto ella se arreglaba para salir a algún lado, aunque me pareció extraño que ella no me había comentado nada acerca de algún compromiso que tuviera…

Yo dudoso tomé las agallas necesarias para acercarme a ella y le pregunté: -Caro, ¿A dónde vas a ir hoy?. Ella, con un tono molesto, me respondió: -No te incumbe. Me dio un pequeño empujón y yo me hice a un lado, con cierta extrañeza dibujada alrededor de todo mi rostro. Tomó su bolso y llaves para luego dirigirse a la puerta y salir sin decir más.

Yo me quedé pensando en mi habitación, ¿qué estaba pasando ahora? Comúnmente no me responde así, únicamente no me contesta, a pesar de que ella sepa que la amo incondicionalmente como jamás he amado a nadie más, cuando comenzó nuestro romance, generé una dependencia a ella, sus caricias, su boca, su rostro, su alma… todo me mantenía con vida y me daba un propósito para vivir, ahora sin ella… no sabría qué hacer.

Curioso por saber qué pasa, hice algo que jamás había hecho por respeto a ella y su privacidad, sin embargo ahora todo era distinto, mi intriga era más que cualquier otra cosa. Comencé a buscar alguna cosa que respondiera mi pregunta entre todos sus cajones, su closet, escarbando por cuantos lugares podía para llegar al fondo de algo. Esperaba encontrarme con una especie de diario o algo por el estilo, algo personal que me dijera qué ocurría, pero… lo que descubrí fue peor de lo que pensaba.

En su buró tenía escondido una especie de caja, detrás del espejo. Lo abrí cuidadosamente, y me encontré un sinfín de cartas amontonadas todas entre sí, con mensajes de amor escritos hacia mi amada de parte de un tal tipo llamado Bruno. No conforme el destino cruel con esto, encontré una foto de ellos 2 besándose con un mensaje escrito en la parte de abajo: TE AMO.

No podía expresar lo que sentí en ese momento, emociones encontradas se revolvieron carcomiendo mi alma y destrozando mi corazón con la verdad que ella me ocultó durante tanto tiempo. Con dolor en mi corazón, la intriga volvió a mi cuerpo y mente y sin más, me decidí a averiguar quién era este tipo. La respuesta más lógica que se me vino a la mente fue buscar algún perfil en Facebook, empezando a buscar en toda la red, encontrándome únicamente con un boletín emitido por la policía nacional. Era un boletín con el mismo rostro que el de la foto que se encontraba en aquel baúl. El boletín decía: SE BUSCA. Asesino en serie (feminicida).

                                                                                                              Mi cuerpo se estremeció del miedo. Rápidamente corrí a buscarla, sin tener dirección alguna dónde buscarla, corría por las calles gritando su nombre por todos lados, sin respuesta alguna. Preguntaba a cuanta gente podía, sin embargo, ellos tampoco sabían nada, como si ella se hubiese desvanecido en la niebla de la muerte.

Pasé toda la mañana, tarde y noche recorriendo toda la ciudad, sin dar con su paradero. Preocupado lo único que pensé era ir con la policía a reportarla como desaparecida. Me dirigí a la comisaría más cercana, entrando por la fría y áspera puerta de cristal, con un escalofrío recorriendo todo mi cuerpo por el miedo que se había transformado ahora en rabia y pavor. Pregunté primeramente por mi amada, mostrándole una foto de ella a los policías. Ellos me miraron con ojos de lástima, enviándome a otro lugar, sin decirme a dónde nos dirigíamos.

Me subieron a una patrulla y avanzamos lo más rápido que se podía. Al final del recorrido, divisé una enorme puerta, sobre la cual estaba soldada la palabra: MORGUE. En ese momento mi corazón dejó de palpitar, mi alma se escapó de mi cuerpo dejándome vacío por completo. Los policías prontamente me bajaron de la patrulla y me llevaron hasta la zona principal donde se encontraba una enorme  cantidad de cuerpos. Uno de ellos llamó mi atención, un largo mechón de cabello color café oscuro tan brillante como un diamante se asomaba por debajo de la enorme manta blanca que cubría todo el cuerpo, pero… sin que los policías o los forenses me dijeran algo, sin tener que acercarme más al cuerpo, yo sabía quién era, ese cuerpo… era de mi razón de vivir, de mi amada Carolina.

Han pasado 4 días, y ahora estoy parado frente a la tumba de mi amada Carolina. Verla me dejaba helado el corazón, era como si una parte de mí hubiese muerto con ella, como si esa parte de mí se encontrara ahora tres metros bajo tierra, siendo sepultada alado del cuerpo de mi amada. No podía resistir el dolor de su traición, y mucho menos de su trágica muerte.

 

“Ángeles surcaron los cielos tocando una melodía que arrancaba el alma, siendo llevadas a aquel limbo llamado “cielo”. ¿Qué por qué lo llamo limbo?... Un cielo no arranca una vida abrupta e hipócritamente como lo hacen los ángeles. La muerte no es una solución, es sólo otro paso más hacia un nuevo infierno desconocido, un paso más a ser olvidados para siempre.”

 

Autores:

  • Vázquez Mendoza Isaac Daniel

  • Mendoza Valladares Belen Carolina 

  • Quiroz Mejía Charely Alitzel

  • Mondragón Lázaro Luisa Jimena

  • Bravo Miranda Valeria Adriana

  • Rodriguez Arellano Hannia Paola

  • Cordeiro Pérez Bruno

  • Mendieta González Itzel

  • Hernández Nopal Brenda

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La pesadilla

Era un día nublado, no había parado de llover, el ambiente olía a pasto mojado, ese olor que dan las gotas de lluvia cuando golpean el suelo. Era uno de esos días en los cuales te pones pensativo, te pones a recordar todos los momentos tristes, estoy segura de que a todos les ha pasado, no son los mejores momentos, pero sirven de algo. De pronto me llegó una pregunta, qué es la muerte?, suena estúpido pero si a un médico le preguntarás, te diría que es cuando tus órganos dejan de funcionar, pero me refiero al alma, a dónde va?. Hay gente que dice que va al cielo, que reencarna o qué queda atrapado entre sombras, a veces creo que es un invento por qué la gente tiene miedo de que no haya nada, que después de la muerte, todo acabe, no haya una segunda oportunidad. Yo realmente lo quería saber, pero a quién preguntar. Nada es certero, toda la tarde lo pensé y ninguna idea clara llegaba a mi mente, llegó la noche y mis párpados eran cada vez más débiles, el sueño me invadía.

De pronto me encontraba en una calle solitaria, apenas un farol iluminaba dónde estaba parada. Al final de la acera había una puerta grande de hierro que estaba entre abierta, sabía que debía entrar, caminé con miedo, era un lugar obscuro, al entrar me dí cuenta de que era un cementerio, había cientos de tumbas, pero a lo lejos había una que destacaba pues tenía velas alrededor. Me acerqué  cautelosamente era una tumba que se veía cuidada, no tenía nombre solo muchas flores, imágenes y luces, de pronto escuché el rechinar de aquella puerta de hierro, me estremecí al voltear, solo podía ver cuatro siluetas acercándose hacia mí, me quedé inmóvil, mi  corazón latía muy rápido, empecé a temblar y mi rostro se palideció, las personas se acercaban cada vez más y las velas iluminaban su rostro, era tan extraño, venía mi madre, mi padre y mi hermano,  la cuarta silueta era un señor con varias herramientas en la mano, me dio alegría verlos, me sentía aliviada  corrí hasta ellos pero parecía que no existía, me ignoraban gritaba pero ni yo misma escuchaba mi voz, estaba aterrorizada, de pronto vi que el hombre escribía algo en la tumba en blanco, al acercarme era mi nombre, cuando leí esto desperté, todo era una pesadilla, desperté con escalofríos y mi piel era blanca fui corriendo con mi mamá pensé que tendría alivio al contarlo, pero al llegar a la sala estaba todo vacío, solo habían veladoras en la mesa iluminando tres fotos mi madre, mi hermano y mi padre. Eso no podría ser cierto, ¿era otra pesadilla? pero al parecer no lo era, fui a mi cuarto despavorida y en mi tocador estaba mi diario, lo tome y lo leí tal vez diría algo. Si, era cierto había algo escrito, era mi letra y esto era lo que decía:

Llevo semanas pensando que pasa después de la muerte, creo estar cerca de la respuesta, mi familia se ha vuelto desesperante no me dejan vivir en paz. Al fin concluí que el único momento en el que puedes descubrirlo es al morir y si mi familia quiere hablar tanto también lo hará en la muerte y me dirán la respuesta.

Ha pasado varios días, nadie ha descubierto sus cuerpos, he jugado la ouija los últimos tres días y ni mi padre ni mi hermana ni mi madre me contestan, me tengo que ir de casa, pero pronto regresaré.

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Autores

  • Arizabalo Espejel Alondra Fernanda

  • Castañeda Fabila Lizeth

  • Figueroa Reyes Andrea Natasha

  • Lavadores Moreno Sonia Montserrat

  • Medina Gallardo Dana Paola

  • Montiel Espíritu David Adonis

  • Zavala Alvarez Daniela.

Polybius 

Pareciera que todo siguiera su curso normal, sistemático sin preguntas, pero esta vez todo fue diferente…

Ella solía ignorarme cada vez que le habla o le otorgaba alimento, pero después de 7 años de matrimonio me hablo con una dulzura inimaginable en sus últimos días agonizando por un cáncer incurable -Amor mío no quiero partir sin antes decirte que te amo- dijo ella, pero aun, no estaba convencido si esa dulzura era real como la inocencia de un niño - ¿Estás seguro de ello? - respondo, comienzo a sentir mariposas en mi estómago. 

La noche cae, el viento azota las ramas pegan con nuestra ventana me trae a la mente aquellos momentos en los cuales conocí a esta mujer quien ahora es mi esposa. Mientras dormía un horrible sonido proveniente del comedor hizo que me levantara con gran prisa, cuando llegue observe el cuerpo de mi amada sobre el piso no tarde en darme cuenta de que el cáncer había ganado la batalla, rompo en llanto me siento a un lado de su cuerpo me quedo ahí por mas de 2 horas, me armo de valor para levantarme y llamar familiares, amigos, vecinos entre otros.

Al día siguiente después del funeral empiezo a tirar cosas obsoletas, pero entre todas encontré un cajón peculiar con estampa encima titulada “el hombre en la caja” no dude ningún segundo en abrir este cajón. Lo que descubrí fue una serie de cartas dirigidas hacia ella misma, esto me dejo desconcertado…todo luce confuso cuando leo cada párrafo, pensamiento e incluso pensamientos suicidas, pero… ¿Por qué? 

Entonces decido encontrar mas pistas hasta que encuentro un collar de ámbar con un tipo de carta o nota, rompo el collar siento como los vidrios de protección del collar se entierran en mi piel, pero no sentí dolor alguno porque es una ilusión el sufrimiento, la nota dice lo siguiente:

Si alguien llegase a leer esto quiero que sepan que nuca he querido contraer este matrimonio…quiero decir no amar a mi esposo todo el resto de mi vida pero no sé cómo tomaría esta decisión al querer separarme de él, temo que le suceda algo por mi culpa pero no tengo suficiente valor para decirlo, lo mejor será que este atada en este círculo quisiera ir a polybius ahora mismo para despejar mi mente   

Polibyus, un juego arcade donde solía ir cada tarde después de una larga jornada de trabajo ahí fue donde la conocí una chica tímida, graciosa, carismática con una bufanda que cubría la mitad de su rostro.

 

 

 

Me tomo dos horas para llegar donde estaba el arcade, comienzo a jugar la nostalgia y melancolía invaden mi pensamiento. De un momento a otro en la pantalla se refleja un mensaje.

Todo es una maldita broma, el amor solo es una perdida de tiempo debes ser mas humano de lo que eres.

Al principio no logro captar el mensaje, pero me empiezo a cuestionar si este juego provoco que mi esposa actuara de esa manera y contrajo cáncer. Que importa solo empiezo a jugar de todos modos tengo que mas humano.

Autores  

-Martínez Meneses Mariana

-Cano García Andrea Itzel

-Fuentes Vásquez María Fernanda

-Ramos Herrera Laura

-Tesillos Rueda Rodrigo

-Figueroa Pérez Yadet

-Vásquez Romero Isabel

-Arpero Urizar Iván Tonatihu

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James Jirat (2016) Bastard Soul http://www.jirat.jp/

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